Del Coronado viejo al actual
Un paseo por el recuerdo del San Isidro de los años 60’ al actual.
Pulpería La Vencedora, estaba ubicada 100 oeste de la esquina SO del actual parque.
Recuerdo que cuando tenía siete u ocho años, los barberos que trabajaban junto a mi casa, en la cuadra de la pulpería y cantina La Vencedora, (100 oeste del parque) me mandaban con una botella de refresco a que les comprara café con leche, en la vieja pulpería y cantina Las Brisas.
En aquel tiempo, las pulperías y cantinas eran la moda. En mi camino hacia Las Brisas, ubicada 100 metros al norte de la iglesia, pasaba por la botica de don Chilo, sí, el primer boticario, creo, del pueblo; diagonal muy pronto surgió la farmacia El Pilar, que todavía existe, y allá por la otra esquina estaba la pulpería y cantina de León, el Globo, y más arribita el cine de Coronado, famoso porque cada vez que se reventaba la cinta de la película se armaban unos escándalos de madre y señor, y aunque el pobre propietario se paraba adelante para decir que iba a suspender la “gala”, le llovía de todo, de aquel público malcriado e incontrolable, que tomaba aquello como parte del vacilón de ir al cine del pueblo. Ni hablar de la anécdota que nos cuenta Ricardo Zúñiga, de cuando fue a ver una película del famoso luchador el Santo, y cuando éste iba a empezar a pelear se reventó la cinta y cuando hicieron las pegas respectivas ya Santo había ganado la pelea.
Allá frente a la esquina suroeste de la iglesia estaba la cantina el Peñarol, que en otra época estuvo contiguo a la Municipalidad y al costado norte de la iglesia, creo que el Salón Uruguay si no estaba en aquella época pronto estaría ahí.
Ya atravesando la cuadra hacia el norte de la Municipalidad se topaba uno con las sastrerías de Hernán Polaco y la de Manuel García que también vendía lotería, la casa de Víctor Quesada que luego se convirtió en el Salón Marabú, donde medio Coronado realizó su matrimonio, la panadería Rey del Norte, hoy la panadería Central, el billar de Macho Zúñiga, la soda de las hermanas Arias, el bazar de Tina Román, al que algunos le decían Tina Lehman, y la refresquería de Ananías Barboza donde luego estaría la soda de los Piscillos, que todavía existe. Por el otro lado, la pastelería de Curling, la verdulería de Fello, la casa del conocido “Plumita”, el salón de Lo Lo, y creo que una pulpería donde ahora está la carnicería Central, propiedad de Herminio Román, esquina en la cual, en sentido este – oeste, estaba la parada de buses de Coronado.
La verdad es que ya me falla la memoria y lo he completado con el auxilio de mi amigo Ricardo Zúñiga, pero lo cierto es que era otro Coronado; uno al que un día inevitablemente el “progreso” le cayó encima, se vino un meneón, y fue desapareciendo el viejo Coronado, abriéndose entonces a uno nuevo y desordenado con el ingreso de comercios, farmacias, videos y otra clase de negocios; llegaron los minisúper, los súper, los supermercados, las carnicerías y todo aquello “normal” en un pueblo que crece y que en las últimas décadas del siglo pasado duplicó y hasta triplicó su población, y que si no es por el Plan Regulador de 1998, hubiese terminado hasta con los ríos urbanizados.
Es una historia muy larga de contar y en una columna, imposible, tal vez algún día hagamos una sección del recuerdo; pero lo cierto es que el sabor que te deja haber vivido aquella época y la de ahora es más bien un sinsabor de que Coronado, con una mejor planificación, sería hoy un cantón diferente; si tan solo hubiese habido visionarios, un Plan Regulador actualizado en el momento que había que hacerlo (2004), nuestro desarrollo habría sido diferente y quizá, solo quizá, seríamos un cantón moderno y progresista.
No se trata de abrirse a un desorden peor al que hubo en aquella época donde nadie planificó, porque nadie vio más allá de cuatro años en el poder político, sino en aterrizar en el Coronado 2024 y planificar y poner las bases de lo que queremos para Coronado 2025-2050. En algún momento hay que hacer un alto y tratar de ser inteligentemente visionario, para evitar que simplemente nos convirtamos en una masa de cemento sin sentido, en vez de un pueblo que les garantice a sus habitantes calidad de vida, un futuro para nuestros hijos y sea un ejemplo de cantón para el resto del país.
Puede ser que existan los que consideran que eso es imposible, pero eso es desconocer las riquezas naturales de un cantón que merece algo mucho más que el triste calificativo de dormitorio.
El Globo «Donde León» ahora ahí está la sucursal del Banco de Costa Rica.
El Club Uruguay, que estuvo al costado norte del templo de San Isidro.
Bar el Danubio, donde ahora está Malex, costado norte de la carnicería La Central.