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La fuerza de un corazón invencible

Marco Uribe es un verdadero ejemplo de vida, de querer, de poder…

Jean Carlo Arroyo Brenes

Para: El Coronadeño Hoy

Hay historias que no solo se leen, se sienten. Que no se olvidan fácilmente. Historias que nos abrazan el alma y nos hacen detener el paso para reflexionar sobre lo verdaderamente importante. Una de esas historias es la de Marco Uribe Morelli, vecino de Coronado, quien a sus 39 años nos muestra, con humildad y determinación, que la vida no se trata de lo que nos falta, sino de lo que decidimos hacer con lo que tenemos.

Marco nació el 28 de junio de 1986 en el hospital Calderón Guardia. Desde su primer día en este mundo, su vida estuvo marcada por desafíos médicos: fue diagnosticado con mielomeningocele e hidrocefalia, dos condiciones neurológicas que alteran profundamente el desarrollo físico, la movilidad y muchas funciones corporales. A pesar de eso -o tal vez gracias a eso- Marco aprendió, desde muy temprano, que la vida debía vivirse con coraje.

Su infancia se dividió entre salas de hospital, largas jornadas de recuperación y operaciones complejas en el Hospital Nacional de Niños y el Cenare. Caminó por primera vez a los cuatro años. Un paso para él era más que un movimiento: era una conquista, una afirmación de que los límites físicos no podían detener su alma determinada.

“Aprender a caminar fue un logro que otros pueden ver como algo básico, pero para mí fue una victoria llena de esfuerzo y fe”, recuerda con una sonrisa.

Entre amor, dolor

Marco creció en un hogar cálido y lleno de amor, en la comunidad de La Florida de Tibás. Su familia siempre fue su refugio, su escudo frente al mundo. A pesar del dolor físico, del rechazo social y de las dificultades cotidianas, Marco encontró en su familia la motivación para seguir adelante.

“El amor de mis padres y el apoyo constante de mi hermano fueron fundamentales. En medio de los momentos más duros, nunca me sentí solo.”

Los años escolares no fueron fáciles. La falta de conciencia social sobre la discapacidad, la incontinencia y su caminar distinto lo convirtieron en blanco de burlas, en una época en que el bullying no tenía nombre ni sanción. Sin embargo, Marco no se quebró. Se aferró a quienes sí mostraban empatía: amigos del barrio, compañeros que lo defendieron, y docentes que vieron en él a un niño con un potencial enorme.

Hoy, muchos de esos amigos siguen presentes en su vida, como testigos del niño valiente que se convirtió en un adulto íntegro.

Marco ha aprendido a vivir con autonomía. Usa un bastón para movilizarse, pero no depende de nadie. Tiene rutinas activas, comparte su tiempo con su padre, disfruta del teatro, la playa, los videojuegos y, sobre todo, de la cocina. Se ha formado en repostería y no descarta emprender en ese ámbito. Es feliz horneando, decorando pasteles, y compartiendo lo que hace con cariño.

El deporte también ha sido parte de su vida. Practicó basquetbol en silla de ruedas y levantamiento de pesas, y aunque las recomendaciones médicas lo hicieron pausar estas disciplinas, sueña con retomarlas en el futuro. Porque si hay algo que define a Marco, es su determinación constante de avanzar.

“Los mayores retos están en la mente. Mis limitaciones físicas son desafíos, no barreras. Yo decido cómo vivir.”

Y no lo dice como consigna vacía, lo dice como quien ha caído muchas veces y ha decidido levantarse todas.

El golpe más duro

Uno de los momentos más devastadores de su vida fue la pérdida de su madre. Un pilar fundamental, su compañera incondicional, su guía. “Fue algo muy doloroso e inesperado. Aún me cuesta, pero tengo la esperanza de que algún día nos volveremos a ver”, dice con la voz entrecortada. Aun en su ausencia, siente su presencia constante.

Hoy su padre es su principal compañía, y su hermano, además de ser un apoyo diario, es un amigo fiel y amoroso. Su familia sigue siendo el corazón de su existencia.

¿Qué lo motiva?

“La fe en Dios. Cada día trae sus propios retos, y yo los enfrento con actitud. Me inspira la frase ‘Todo lo puedo en Cristo que me fortalece’. Eso me sostiene en los días buenos… y en los difíciles”.

Su espiritualidad, lejos de ser abstracta, se traduce en hechos: en su persistencia, en su alegría, en sus ganas de vivir. Porque Marco no ha permitido que la discapacidad lo defina, y menos que lo limite.

Hoy sueña con seguir aprendiendo, disfrutar cada paso del camino y quizás, en el futuro, iniciar un proyecto de repostería que combine dos de sus mayores pasiones: la cocina y la felicidad de compartir.

Marco no quiere lástima. Nunca la ha querido. Lo que él pide y representa con su vida es la importancia de mirar más allá de una condición física. De entender que la verdadera inclusión no se logra solo con leyes, sino con respeto, oportunidades y voluntad.

“La inclusión es ver la capacidad, no la discapacidad. Todos tenemos algo que aportar. Solo necesitamos una sociedad que nos escuche y nos dé espacio.”

Y si alguien duda de lo que una persona puede lograr, Marco es prueba viva de lo lejos que se puede llegar con amor, fe y lucha diaria.

Legado inspirador

Cuando se le pregunta cómo le gustaría ser recordado, responde sin titubeos:

“Como una persona esforzada, luchadora, honesta y alegre. Que nunca se rindió. Que dio lo mejor de sí y dejó una huella de esperanza”.

Marco Uribe Morelli no es una historia de superación cualquiera. Es un recordatorio poderoso de lo que realmente importa. De lo que significa valorar lo que tenemos, agradecer cada día, y entender que las personas más fuertes no siempre son las que más tienen, sino las que más se han levantado. Gracias, Marco, por enseñarnos que la vida no se mide por lo que nos falta, sino por lo que somos capaces de construir con lo que tenemos.

Marco junto a su padre y su madre quienes siempre lo apoyaron, hoy su madre desde el cielo.

Marco practicando deporte con el equipo de baloncesto en silla de ruedas de Montes de Oca, pues en Coronado no se practica esta disciplina en la actualidad.

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