Réquiem para un boyero
Cada vez quedan menos y menos practicantes de esta hermosa tradición que nos identifica con nuestros antepasados.
Al cumplirse un año de la partida de Rodrigo García Aguilar, a quien en múltiples ocasiones vimos participar y hasta ser homenajeado en desfiles de boyeros, durante las fiestas patronales de nuestro cantón, siempre portando su inseparable indumentaria: el delantal y el sombrero, quisimos recordar un poco de este hombre que representa a una generación lamentablemente en extinción.
No solo la tradición de un desfile de boyeros, sino también la misma actividad de un cantón otrora tradicionalmente lechero, han ido mermando por muchas razones, una de ellas, pareciese que a las nuevas generaciones les parece poco atractiva y vislumbran su futuro en otras actividades.
A Rodrigo García Zúñiga, hijo de García Aguilar, y quien dice que se dedica a la lechería desde los once años de edad, se le humedecen los ojos cuando recuerda a su padre, principal amigo y ejemplo de vida. Rodrigo se mantiene junto a su hermano Rodolfo y otros familiares al frente de la finca que les heredó su papá, en sociedad con Carlos García, el hermano, quien al final terminó vendiendo su parte a los actuales dueños de la Universidad Veterinaria.
“Para Papá era un orgullo que lo vieran con delantal de mezclilla y sombrero campesino e igual así se vestía para las Pasadas en San Isidro. Nacido en esta tierra coronadeña, en 1933, mi papá fue siempre un hombre de campo quien a lo largo de su vida trabajó en dos fincas, en la Dorval, con tres generaciones de los Vargas (Tomás, Ricardo y Roberto) y luego en otra finca en San Rafael donde fue mandador”.
Tanto la ocupación en lechería como la afición por los boyeros es algo que esta familia ha practicado a través de generaciones. García Zúñiga recuerda que su abuelo paterno Ezequías García Zúñiga, fue hacedor de caballos, araba la tierra y sembraba papa y otros productos, participó en la construcción del templo en San Isidro, y contaba que en ese entonces pegaban 10 yuntas de bueyes para levantar la columnas de la iglesia que venía en piezas; también que cuando se venía el día de San Isidro (15 de mayo) cortaba un par de jaúles y le montaba la primera tuca y otra encima a la carreta, labradas, y las pasaba en el desfile y luego las donaba a la Parroquia.
Don Rodrigo padre y don Ezequías fueron socios fundadores de la Coopecoronado, y luego cuando esta desapareció al ser absorbida por la Dos Pinos, pasaron a ser socios de esta, y su familia se ha distinguido por participar en los desfiles de boyeros.
Cambios
García Zúñiga concuerda con que Coronado ha mermado en su actividad lechera y en su tradición boyera. “Aquí en Coronado los que quedamos de boyeros somos muy pocos: Fernando Rojas, José Luis Ortiz de San Pedro, nosotros, mi hermano y yo; por otra parte, Memo, el hijo de Carlos y los Alvarado ya no tienen bueyes. Igualmente está pasando con las lecherías, la mano de obra está desapareciendo, porque a la hora que nosotros salimos a arrear los bueyes para ir ordeñar a las tres de la mañana, a esa hora muchos carajillos van llegando a sus casas después de la fiesta; yo fui joven y también me divertía, pero siempre responsable con mi trabajo, al igual que mi padre que en su caso nunca tomó licor ni fumó”.
Para Rodrigo, el futuro de la tradición de los boyeros como el de las lecherías, principalmente los que como él son pequeños productores, es incierto, y si bien en su caso aún parte de su familia sacan adelante la lechería, que cuenta con 47 vacas, dice que es preocupante ver cómo dueños de muchas lecherías se están haciendo muy mayores o se cansan y terminan alquilando sus fincas o vendiéndolas para que las urbanicen.
“Hoy en la lechería todo es automático como lo exige la Dos Pinos; hay que tener equipo de ordeño, que es requisito y es más rápido, pero aun así los buses de Cascajal desde la madrugada bajan llenos de gente que va a trabajar a otras partes y en otras cosas, porque el campo ya no les es atractivo”.
Con respecto a los desfiles de boyeros, dijo que además de que cada vez hay menos practicantes de esta tradición, ahora exigen muchos permisos y hay muchas “trabas” para poder realizar un evento de estos. Ni hablar del crecimiento del tránsito en el cantón, e incluso Aguilar Zúñiga cuenta como anécdota que antes de un desfile de boyeros, estando en el parqueo del Más x Menos de Coronado, años atrás, unos tráileres empezaron a tocar las bocinas y unos motociclistas a sonar los motores, lo que alteró sus bueyes que provocaron daños en algunos automóviles.
Don Rodrigo García Aguilar falleció hace un año cuando estaba ya prácticamente retirado. En sus últimos tiempos laborales y tras dejar su puesto de mandador, se dedicó más a lo de él, y se le veía subir a pie a las 2:30 de la madrugada por la calle principal de San Rafael con el foco en la mano y el delantal bien puesto. Su última participación en el desfile de boyeros en Coronado habría sido en el 2015, cuando fue el dedicado, y luego los otros años estuvo más como espectador. Nos cuentan que la muerte de su esposa, doña Gloria Zúñiga Jiménez, con quien compartió 60 años de vida matrimonial, le dio mucha cabanga y él falleció un año y cuatro meses después. Le sobreviven sus hijos, Marielos, Rodrigo, Rodolfo, Ligia y Martina.
Don Rodrigo García Aguilar se paseaba con orgullo en los desfiles de boyeros, con su sombrero y su delantal. Ojalá que esta actividad perdure y no desaparezca.
La carreta típica que utilizaba don Rodrigo y arrancaba aplausos entre el público, aún la conservan sus familiares.
El futuro de esta tradición depende de poder legarla a las nuevas generaciones.