De oficio caminante

Miguel Campos camina de 20 a 25 kilómetros diarios empujando el carrito y vendiendo helados por cuenta propia, porque no tiene más garantías que el resultado de su trabajo.
¿Cuánto camina a diario, Miguel? “Vea yo tenía un teléfono que tenía una aplicación que contaba los pasos, y ahí me decía que lo bueno era 10 mil pasos por día, y a mí me marcaba 60 mil en un día; no sé, yo calculo que camino entre 20 a 25 kilómetros diarios” ¿Y no se cansa? “Ya es costumbre, yo no le hago mente a eso, sé para dónde voy y hago la ruta”.
Su nombre es Miguel Jesús Campos Miranda, en agosto próximo cumplirá 62 años de edad, y trabaja desde hace 13 años vendiendo helados en carrito. Miguel vive en San José, por el barrio Los Ángeles, se transporta en bus hasta Guadalupe, exactamente a la esquina conocida como La Robert, unos 400 metros al oeste del Colegio Madre del Divino Pastor, y ahí recibe el carrito y comienza su recorrido.

Curtido por el sol o pasado por agua en el invierno, Miguel tiene 13 años de devorar kilómetros y salir a la calle por cuenta propia, y siempre con la esperanza de tener un buen día.
Chocoletas, cremoletas y otros helados lleva en el carrito haciendo el recorrido por la calle principal hasta el cruce de Ipís-Coronado, sigue hacia nuestro cantón, pasa frente a la Clínica, llega a Coronado, en ocasiones va a San Francisco, luego sube hacia San Rafael, pasa por Calle Pinares, el Sinaí, el Rodeo, Barrio del Carmen, Dulce Nombre y empieza a bajar hasta llegar nuevamente a La Robert. Afirma que el recorrido lo hace aproximadamente en ocho horas, de 10 a.m. a 6 p.m. En ocasiones dice que ha ido a las Nubes y cerca de Cascajal, y también a San Pedro: “Una vez fui más allá de la última parada de la Colmena, en San Pedro, y subí la cuesta que hay como si nada, pero cuando volví a ver para atrás me pregunté qué hacía yo ahí, la calle mojada, las tenis lisas y por cinco helados que vendí casi me desbarranco bajando”. También dice que ha ido por Patio de Agua hasta la escuela, y aunque son recorridos bastante duros, reitera que “uno no le pone mente a la distancia, ya uno sabe para dónde va y no se estresa, hasta risa me da a veces y lo veo normal”.
Campos afirma que casi toda su vida se ha dedicado a las ventas y recuerda cuando vendía carne asada, gallos de salchichón, huevo duro y otras comidas, en puestos siempre informales. Ahora, con los helados, dice que el carro se lo prestan donde le venden los helados, y que ahí le dicen que él es un cliente de la persona que le presta el carrito y le vende los helados, por lo cual Miguel anda por su cuenta en la calle, aunque tanto el carrito como su vestimenta tienen el logo de la empresa que distribuye los helados, mas para él no hay vacaciones, aguinaldo, pólizas, ni nada, simplemente depende de lo que vende para generar ingresos, que se sumen a una pensioncita que heredó de una compañera con la que convivió 30 años, y que murió hace 10.
“Me dicen que yo soy cliente; hay una persona que tiene a cargo esos carritos, él le compra a la Dos Pinos y él me vende a mí y a los que como yo nos dedicamos a esto, que son bastantes, pero cada quien tiene una ruta y está por su cuenta”.
Así Miguel recorre las calles de Coronado, si llueve escampa y si llueve mucho pues toca mojarse. “A como voy vendiendo voy ganando, hay días buenos, regulares y malos, a veces lo salvan los clientes y también los ocasionales”. Asegura que gasta un par de tenis por mes, “de las sencillitas”.
Miguel dice que el carrito pesa vacío, y más con el producto y unas placas que van acomodadas ocho en el piso y tres a los costados, y que es lo que mantiene el helado congelado; también asegura que se puede trabajar con hielo seco, pero se requieren 3 kilos a ¢2.500 cada uno, por lo que si lo compra tendría que subir el precio de los helados. Los precios no son fijos, pero él dice que para no maltratar al cliente vende la chocoleta a mil, aunque tiene un margen hasta mil doscientos, pero si se abusa con eso, la gente se quita, también tiene el problema que otros vendedores invaden su espacio cuando hay eventos como los festejos, y se aprovechan.
Algunas veces hemos visto a Miguel con el carrito pegado a una bicicleta especial, pero nos dijo que eso sucede solo cuando en Guadalupe no están trabajando, y entonces tiene que ir a otra agencia en San José, donde también le alquilan la bicicleta más el carrito y desde ahí se viene,
Miguel ahora vive solo, y afirma que seguirá en esto hasta que Dios le dé fuerzas y vida. A veces carga algo de comida, dos litros de agua y frutas para alimentarse. Dice que ya perdió su color de la piel, porque a base de sol y lluvia ya tiene un bronceado eterno, pero no se estresa, simplemente trabaja.

Miguel Campos, su trabajo es caminar muchos kilómetros diarios vendiendo helados, desde Guadalupe hasta Coronado y viceversa.