“103 años son como un sueño” Coronadeña superó el siglo de vida

Recuerda todo con extraordinaria lucidez, come de todo y se mantiene activa en su maquinita de coser.

A sus 103 años, doña Ana María Jiménez Zúñiga disfruta su edad, que para ella es un regalo de Dios.
Doña Ana María Jiménez Zúñiga cumplió el pasado 1 de mayo 103 años de vida y sus secretos dice, son comer de todo, mantenerse activa en su maquinita de coser y un traguito diario, costumbre que heredó de su mamá y que le permite conciliar el sueño como una bebé.
Para ella haber superado el siglo de vida es un regalo de Dios y asegura que se ve de niña deseando ser grande para alcanzar a poner los brazos en la banca de la iglesia, los domingos de misa, único día que podía ponerse los zapatos, porque el resto de la semana andaba descalza, al igual que sus once hermanos.
Sus recuerdos, por algún motivo los centraliza en su madre, doña Ema Zúñiga Rojas, a la que mencionó incontables veces durante la entrevista y que murió a dos meses de cumplir los 100 años; esta señora estuvo casada con don Luis Jiménez Chaves, y estas familias mantuvieron sus residencias por los alrededores de la zona donde hoy está el Más x Menos de Coronado.
Cuando hablar de tiempos se trata, doña Ana con gusto cambia nuestros tecnológicos días por aquellos en los que la luz llegaba a las cinco de la tarde, y había que darle un “pescozón” a la radio para que sonara; aquellos días en que se levantaba a las 3:30 de la mañana para irse caminando hasta Tibás a coger café “de la mata, no del pichel”, nos aclara, porque en aquellos tiempos, pese a todas las dificultades y carencias que existían “se vivía tranquilo, se era más feliz, se salía a la calle sin miedo y se valoraba más todo, por más pequeño y simple que fuera.
“Ahora todo pasa por el ‘bendito’ celular, con los que ya hasta puede uno ver a la otra persona que nos está hablando por la pantalla, pero yo soy de la época en que había que ir a buscar un teléfono público y echarle una moneda para poder hablar; la gente no vivía pendiente de un aparato sino de sus vidas”.
Del Coronado viejo, doña Ana recuerda las calles de tierra y piedra, aquellas aceras estrechas por las que no se podía caminar porque se pegaba el brazo con los alambres, aquel río Virilla que a cada rato se desbordaba, y algo muy peculiar también porque nos cuenta que existía un rastro (por la zona del actual colegio de Coronado), donde llevaban el ganado a matar, pero en ocasiones por algún motivo escapaban las reses y recorrían todo el pueblo y era todo un escándalo, porque el grito general era “corran, se salió el ganado, vienen los novillos”.
Por supuesto que doña Ana recuerda la construcción del templo de Coronado, de esto último vienen a su memoria los grandiosos turnos parroquiales que en aquel entonces se hacían a finales de febrero para recaudar fondos, dice que todos los distritos ponían hotelitos donde las mejores cocineras del cantón competían por saciar el paladar de los coronadeños, y eran días en que se veía una gran cantidad de gente en San Isidro, y a su mamá le tocaba matar todas las gallinas para alistarlas para cocinarlas.
El esposo de doña Ana, don Carlos Méndez, murió hace 43 años y tuvo protagonismo en Coronado, porque fue durante once años el director de la banda municipal de nuestro cantón. Cuando él murió, ya esta banda filarmónica no existía, pero los músicos se reunieron y se pusieron de acuerdo y fueron a pedir que les prestaran los instrumentos a la Municipalidad, y cuando en la misa del funeral, el padre daba la eucaristía, empezaron a tocar el duelo a la patria. Luego, todo el funeral fue con música y todo el pueblo salió a ver qué era aquello, inusual en un entierro, excepto en Semana Santa.
Una de las actividades más importantes en la vida de esta señora, quizá la principal, fue coser; trabajó para algunas fábricas a domicilio, le traían las costuras y luego las enviaba, le cosió a la familia del famoso músico Paco Navarrete, y ahora, a sus 103 años, se entretiene todos los días en su maquinita de coser “haciendo ropita para la gente pobre”, afirma esta mujer que durante 40 años también fue dama vicentina y era la encargada de las mujeres bíblicas en la Semana Santa, y quien preparaba los ángeles.
Doña Ana también tuvo talento con la guitarra y de joven la tocó y hasta formó un grupo con dos de sus hermanos, y los invitaban a tocar en las fiestas.
Doña Ana termina diciéndonos: “Yo no cambiaría nada de mi vida, estoy satisfecha como la he vivido y le repito que me quedo con lo de antes; es cierto, dormíamos en un petate no en un colchón, lavábamos a mano no con una lavadora, había que aplanchar la ropa, no como ahora que todos andan arrugados, pero aquellos años fueron sencillamente maravillosos”.

Acá con dos de sus seis hijos, María de los Ángeles y María del Carmen Méndez Jiménez. Actualmente doña Ana vive en Tibás.

Coser es su pasión, para hacer “ropita” para los más necesitados.