Docente decente
Si en una carrera profesional hay que tener vocación, esa es la del maestro, por cuyas manos pasan los futuros ciudadanos de nuestra nación, tal vez grandes profesionales, pero de acuerdo con las circunstancias de la vida, también delincuentes, gatilleros, estafadores, etc. Lo cierto es que cuando un niño entra a primer grado es tan solo eso, un niño, con un panorama de frente muy amplio e impredecible, en lo que se convierta después dependerá de múltiples factores, y de ahí la importancia de un buen maestro que sea un guía, en la vida de esos pequeños.
¿Cuántos delincuentes, asesinos o ladrones de hoy en día, dieron señales en su etapa escolar de que no iban bien encaminados? Pero el sistema educativo y un maestro sin vocación ni conciencia, en lugar de rescatarlos los desechó, en buena parte gracias a alguien que prefirió quitarse un “problema” de encima en vez de tratar de resolverlo.
La paciencia es un requisito indispensable para ser un educador, y si bien ahora muchos salen preparados con lo básico, de universidades de taller que hay por todos lados, el Ministerio de Educación Pública y las instituciones privadas deberían ser más exigentes con las personas que contratan para que se hagan cargo de la educación de decenas de miles de estudiantes que acceden todos los años al curso lectivo.
Por supuesto que uno entiende que si bien la escuela es como una segunda casa para sus alumnos, también hay que comprender que los maestros no pueden asumir la función de padres de familia, y como seres humanos que son, tampoco las diversas problemáticas que se les pueden presentar en grupos académicos que en la mayoría de los casos son de muchos estudiantes, con muchas problemáticas. No obstante, de lo que hablo es que por lo menos el educador debe tener la disposición de hacer, dentro de las circunstancias, su mejor esfuerzo por educar de la mejor manera posible a sus estudiantes y eso, sumado al esfuerzo de cada uno de sus compañeros y el de un buen director o directora, darán como resultado un buen centro educativo. Hay estudiantes que no van a requerir tanta atención, pero por estos hay los que requieren el doble de atención y ahí es donde un buen educador debe dar su mejor aporte.
¿Por qué se recuerda a un educador? Porque dejaron huella en uno, y por eso me acuerdo de la niña Denia, la niña Graciela, don Jesús, que a 57 años de distancia todavía tengo conciencia de que en buena parte lo que soy se lo debo a ellos, que tuvieron paciencia con mi rebeldía infantil y juvenil y trataron de enderezar mi vida y la de mis compañeros, en las pocas horas diarias en que nos tenían a su cargo.
Ahora bien, para que un centro educativo sea bueno, también debe tener un buen o buena directora que se comprometa a ser un líder positivo, ejemplo para sus subalternos, que conozca la realidad, necesidades y prioridades de su centro educativo, y tenga una junta de educación comprometida a trabajar hombro a hombro por el bien colectivo y sano progreso de la institución.
Quizá lo que propongo sea una utopía, pero es que me da tanta tristeza ver a niños y jóvenes perdiéndose en la vida, en las barbas de tanto docente mediocre que solo sabe cobrar su salario cada quince días. Los buenos educadores deberían tomar la batuta, denunciar a esos docentes indecentes que solo escogieron esta profesión para tener un puesto y salario seguro.
Los padres de familia, aunque en muchos casos son la raíz del problema de sus hijos, juegan un papel muy importante si se comprometen a interesarse por que sus hijos reciban una educación de calidad y humanizada, y eso es no vivir protestando por todo, sino buscando soluciones a la infinidad de problemas que atraviesan los centros educativos principalmente públicos.
No hablo de un mundo perfecto, solo digo que si hay disposición todo puede ser mejor, con un poco de esfuerzo y cariño por una profesión que va mucho más allá de un mero trabajo.